Bueno, como aquí ya va escribiendo alguien más voy a poner yo también algo, pero esta vez algo relacionado con nuestra ciudad y con esta carrera tan bonita que es la Historia... jeje
Es un artículo que escribí hace tiempo para la revista de mi instituto y como me da que nadie lo leyó pues lo pongo aquí para que vosotros le echéis un vistacillo que seguro que os interesará más...
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Es un artículo que escribí hace tiempo para la revista de mi instituto y como me da que nadie lo leyó pues lo pongo aquí para que vosotros le echéis un vistacillo que seguro que os interesará más...
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¿Qué pensaríais si os dijeran que Tarragona durante unos años fue el centro político de la antigüedad y que desde aquí se guiaron las “riendas” del mundo conocido hasta entonces? Pues más de uno se habrá quedado como yo cuando me enteré, pero es cierto, esta ciudad estuvo íntimamente unida a Roma durante algunos años siendo la segunda más importante del Imperio romano.
Como ya he dicho, entre el 27 y el 25 a.C. Tarraco pasó a convertirse provisionalmente en el centro político y administrativo del recién nacido imperio; con motivo de la estanca de Augusto en la capital de la Hispania Tarraconensis, nuestra ciudad recibió a embajadores de lejanas naciones así como de la actual India y el sur de Rusia. En los dos años que el emperador residió en Tarraco, se despacharon mensajeros a todos los confines del imperio, se recibieron embajadas oficiales de reinos amigos y se comenzó a pensar en la construcción del teatro y en la monumentalización del foro de la colonia.
Durante este tiempo, en el año 26 a.C., Octavio se encontraba un poco intranquilo en una de las campañas contra las tribus cántabras. Los asuntos de estado reclamaban continuamente su presencia y la guerra definitiva que esperaba no terminaba de concluirese. Encima para desgracia de éste, unas fiebres lo postraron en la cama y para colmo un mal augurio llegó a inquietarlo, pues según parece, mientras el emperador era transportado en parihuelas, un rayo fulminó a uno de los esclavos portadores. El susto del imperator fue de tal magnitud que al poco tiempo abandonó el escenario de los combates para regresar con extrema rapidez a Tarraco, donde se recuperó a duras penas de su delicado estado de salud y, sobre todo, del “shock” producido por tan desgraciado infortunio…
Años más tarde el rhetor calagurritano Quintiliano explicaría en un capítulo de su obra, que los tarraconenses irguieron un altar en honor a Augusto en el foro de la ciudad; entones éstos anunciaron al emperador con gran entusiasmo que una palmera había surgido del altar dedicado a su persona y éste en tono burlesco contestó: -"parece ser, que no se utiliza demasiado…"-. Más allá de la anécdota, este acontecimiento escondía un concreto mensaje dinástico. La palmera es el símbolo de la victoria cesariana en Munda y es también, junto con el laurel, el árbol protector de Augusto. Esto fue representado como un “milagro” en emisiones monetarias de Tarraco, en época de Tiberio, demostrando que el hecho tuvo una importante repercusión en la ciudad.
En cuanto a su enfermedad de carácter hepático, fue curada en un balneario, Aquae Tarbellicae, situado en los Pirineos. El médico que atendió a Octavio era un tal Antonio Musa, que, con friegas y toma de baños fríos curó al emperador y éste lo elevó a la categoría del orden ecuestre, haciendo que a partir de ese momento los médicos tuvieran una alta consideración, pasando a ser la medicina una prestigiosa profesión.
Como ya he dicho, entre el 27 y el 25 a.C. Tarraco pasó a convertirse provisionalmente en el centro político y administrativo del recién nacido imperio; con motivo de la estanca de Augusto en la capital de la Hispania Tarraconensis, nuestra ciudad recibió a embajadores de lejanas naciones así como de la actual India y el sur de Rusia. En los dos años que el emperador residió en Tarraco, se despacharon mensajeros a todos los confines del imperio, se recibieron embajadas oficiales de reinos amigos y se comenzó a pensar en la construcción del teatro y en la monumentalización del foro de la colonia.
Durante este tiempo, en el año 26 a.C., Octavio se encontraba un poco intranquilo en una de las campañas contra las tribus cántabras. Los asuntos de estado reclamaban continuamente su presencia y la guerra definitiva que esperaba no terminaba de concluirese. Encima para desgracia de éste, unas fiebres lo postraron en la cama y para colmo un mal augurio llegó a inquietarlo, pues según parece, mientras el emperador era transportado en parihuelas, un rayo fulminó a uno de los esclavos portadores. El susto del imperator fue de tal magnitud que al poco tiempo abandonó el escenario de los combates para regresar con extrema rapidez a Tarraco, donde se recuperó a duras penas de su delicado estado de salud y, sobre todo, del “shock” producido por tan desgraciado infortunio…
Años más tarde el rhetor calagurritano Quintiliano explicaría en un capítulo de su obra, que los tarraconenses irguieron un altar en honor a Augusto en el foro de la ciudad; entones éstos anunciaron al emperador con gran entusiasmo que una palmera había surgido del altar dedicado a su persona y éste en tono burlesco contestó: -"parece ser, que no se utiliza demasiado…"-. Más allá de la anécdota, este acontecimiento escondía un concreto mensaje dinástico. La palmera es el símbolo de la victoria cesariana en Munda y es también, junto con el laurel, el árbol protector de Augusto. Esto fue representado como un “milagro” en emisiones monetarias de Tarraco, en época de Tiberio, demostrando que el hecho tuvo una importante repercusión en la ciudad.
En cuanto a su enfermedad de carácter hepático, fue curada en un balneario, Aquae Tarbellicae, situado en los Pirineos. El médico que atendió a Octavio era un tal Antonio Musa, que, con friegas y toma de baños fríos curó al emperador y éste lo elevó a la categoría del orden ecuestre, haciendo que a partir de ese momento los médicos tuvieran una alta consideración, pasando a ser la medicina una prestigiosa profesión.
Ya en el siglo I de nuestra era, el emperador Galba, del cual se dice que era extraordinariamente avaro, exigió en una ocasión a los habitantes de Tarraco una corona de oro de quince libras de peso procedente del templo que presidía la ciudad.
Cuando el “regalo” llegó a Roma, Galba ordenó fundirlo y al comprobar que sólo alcanzaba las doce libras de oro, montó en cólera exclamando: -"¿¡Acaso creen los tarraconenses que la balanza de su emperador no está bien engrasada?!"- y reclamó el resto del oro.
Cuando el “regalo” llegó a Roma, Galba ordenó fundirlo y al comprobar que sólo alcanzaba las doce libras de oro, montó en cólera exclamando: -"¿¡Acaso creen los tarraconenses que la balanza de su emperador no está bien engrasada?!"- y reclamó el resto del oro.
Y si por casualidad vais al museo arqueológico y veis con atención ese vídeo tan divertido que ponen siempre (ironía) os percateréis del suceso que voy a explicar.
El emperador Adriano, que fue el segundo emperador de origen hispano, resultó ser un infatigable viajero. Durante su estancia en Hispania, pasó en Tarraco el invierno del 122 al 123. Fue durante esos años cuando convocó en la ciudad una asamblea, a la que asistieron representantes de toda la provincia, con el objetivo de reclutar nuevas tropas para la defensa del Imperio. Un ejemplo de su gran benevolencia se manifestó durante su visita a Tarraco, en la que fue objeto de un intento de asesinato en una villa cercana a la ciudad, mientras paseaba por sus jardines, un esclavo de su anfitrión lo atacó con una espada. Adriano resultó ileso pese a que iba desarmado, pero la curiosidad del hecho reside en que, en lugar de prenderlo y ejecutarlo que hubiera sido lo esperado, el atacante fue entregado por orden del emperador a unos médicos, ya que decía que se trataba de “un pobre enfermo mental”.
El emperador Adriano, que fue el segundo emperador de origen hispano, resultó ser un infatigable viajero. Durante su estancia en Hispania, pasó en Tarraco el invierno del 122 al 123. Fue durante esos años cuando convocó en la ciudad una asamblea, a la que asistieron representantes de toda la provincia, con el objetivo de reclutar nuevas tropas para la defensa del Imperio. Un ejemplo de su gran benevolencia se manifestó durante su visita a Tarraco, en la que fue objeto de un intento de asesinato en una villa cercana a la ciudad, mientras paseaba por sus jardines, un esclavo de su anfitrión lo atacó con una espada. Adriano resultó ileso pese a que iba desarmado, pero la curiosidad del hecho reside en que, en lugar de prenderlo y ejecutarlo que hubiera sido lo esperado, el atacante fue entregado por orden del emperador a unos médicos, ya que decía que se trataba de “un pobre enfermo mental”.
Y ya para acabar, un último dato de interés, ¿A que no sabéis dónde se encuentra la inscripción más larga del mundo romano?
Pues no hace falta irse muy lejos, ya que está aquí, en anfiteatro de Tarragona. El emperador Heliogábalo la hizo poner en su honor y en la misma se decía que había restaurado dicho edificio, la inscripción se situaba en la parte superior del podio y medía 147 metros de largo, actualmente se pueden ver algunos de sus fragmentos dispersos entre las ruinas de este singular edificio.
Finalizo pues estas líneas con una breve frase del escritor latino Plinio el Viejo relacionada con la fundación de nuestra ciudad.
Pues no hace falta irse muy lejos, ya que está aquí, en anfiteatro de Tarragona. El emperador Heliogábalo la hizo poner en su honor y en la misma se decía que había restaurado dicho edificio, la inscripción se situaba en la parte superior del podio y medía 147 metros de largo, actualmente se pueden ver algunos de sus fragmentos dispersos entre las ruinas de este singular edificio.
Finalizo pues estas líneas con una breve frase del escritor latino Plinio el Viejo relacionada con la fundación de nuestra ciudad.
“Tarraco opus Scipionum sicut Carthago Poenorum fuit”
Praenomen Cognomen (2n BAT A)
Felipe de Anjou
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